La cultura del hustle: una amenaza silenciosa en el entorno laboral moderno
Trabaja más. Rinde más. Descansa después. Esta frase, repetida como mantra moderno, esconde una trampa silenciosa que impacta directamente en la salud de los equipos y la sostenibilidad de las organizaciones.
La cultura del “hustle” (también conocida como “hustle culture”) es un modelo laboral que glorifica el esfuerzo extremo, las jornadas interminables y la hiperproductividad como sinónimo de éxito. Diversos análisis, como este de BBC, advierten cómo esta narrativa se ha vuelto tóxica para el entorno laboral moderno.
El problema es que esta narrativa cruzó los límites del emprendimiento y se instaló también en empresas tradicionales. Hoy, en muchas organizaciones, sigue normalizándose llegar tarde a casa, responder mensajes fuera de horario o sentir culpa por tomarse un descanso. Desde fuera, parece compromiso. Pero en realidad, es agotamiento crónico disfrazado de excelencia.

Para los departamentos de RRHH, esta tendencia representa una amenaza real. Porque detrás de equipos que “lo dan todo”, hay personas que, silenciosamente, se están quedando sin energía, sin foco… y sin ganas. Y eso, a medio plazo, no solo afecta al bienestar: impacta directamente en el clima laboral, la retención del talento y los resultados del negocio.
La pregunta clave no es si tus equipos trabajan duro. La pregunta es si están trabajando bien. Y si tu cultura les está permitiendo crecer… o simplemente resistir.
2. ¿Cómo se manifiesta la cultura del hustle en tu organización?
La cultura del hustle no grita. Se cuela despacio, disfrazada de compromiso, y se convierte en rutina sin que nadie lo cuestione.
Señales silenciosas que indican una cultura de hustle:
- Correos a las 11 de la noche como norma.
- Reuniones sin hora de salida.
- Vacaciones que se piden con culpa… o no se piden.
- Premiar al que siempre dice “no tengo tiempo”.
- Medirse por tareas completadas, no por impacto real.
El lenguaje también habla:
- “Hay que darlo todo.”
- “Somos un equipo 24/7.”
- “Esto se saca como sea.”
Estas expresiones refuerzan una narrativa de sacrificio constante, que poco a poco moldea el comportamiento de los equipos.
Liderazgo que multiplica la presión, cuando los managers no modelan pausas, no delegan ni desconectan, transmiten un mensaje claro: aquí se valora el exceso, no el equilibrio. Y desde ahí, se construye una cultura que ignora los límites.
En remoto o híbrido, se agrava sin barreras físicas entre casa y trabajo, el “estar siempre disponible” se vuelve una forma de demostrar compromiso. Pero esa presión constante termina desgastando, incluso a los más motivados.
El tiempo se gestiona así:
- Agendas llenas de reuniones sin foco.
- Multitarea constante.
- Urgencias que aplastan lo importante.
Fundadores y perfiles clave creen que cuidarse es debilidad. Lideran con la batería en rojo. Como exploramos en nuestra el síndrome del founder quemado, esto no solo afecta su salud, sino también la visión del proyecto.
Desde RRHH, detectar estos patrones no es un extra: es parte de una estrategia de retención, rendimiento y cultura saludable.
¿Tu organización celebra el equilibrio… o sigue premiando el desgaste?
3. El impacto real en personas y equipos
Cuando la productividad se convierte en presión constante, el desgaste es inevitable.
Más allá del discurso inspirador, la cultura del hustle tiene efectos tangibles y medibles. El primero es el deterioro del bienestar emocional. El estrés prolongado se traduce en ansiedad, insomnio, fatiga y, en los casos más graves, burnout clínico. Las personas no solo se cansan: se desconectan del propósito, pierden motivación y se vuelven más propensas a abandonar el barco.
A nivel de equipos, se instala un clima de sobreexigencia permanente. Los errores se ocultan por miedo. Las pausas se sienten como debilidad. Y el compromiso, lejos de ser genuino, se vuelve una obligación silenciosa que desgasta desde dentro.
Todo esto repercute directamente en KPIs que RRHH y dirección no pueden ignorar: aumento del absentismo, fuga de talento, menor engagement, caída en la productividad sostenible. Estudios como el de Harvard Business Review lo confirman: trabajar más horas no mejora el rendimiento, pero sí aumenta el riesgo de errores, agotamiento y baja productividad.
El hustle no multiplica resultados. Multiplica el desgaste. Y eso, a medio plazo, cuesta más que cualquier campaña de reclutamiento.
4. Indicadores que alertan de una cultura tóxica del “hacer por hacer”
La cultura del hustle no siempre se ve en grandes crisis. Muchas veces se filtra en pequeños comportamientos que, con el tiempo, normalizan dinámicas insostenibles.
Uno de los primeros indicadores es el agotamiento sostenido como:
- Empleados que ya no rinden igual, que están presentes pero no conectados, o que responden con cinismo ante cualquier iniciativa de bienestar.
- Rotación temprana de talento joven y en los líderes que no toman vacaciones “por compromiso”.
Otra señal crítica es el lenguaje: frases como “esto hay que sacarlo como sea” o “ya descansarás el finde” reflejan una cultura donde el rendimiento está por encima de la salud. Cuando la urgencia se convierte en hábito, la fatiga emocional se vuelve estructural.
Prestar atención a métricas como el uso excesivo de días compensatorios, el ausentismo intermitente o incluso el silencio en las encuestas de clima puede ayudarte a detectar que algo no va bien… aunque nadie lo esté diciendo abiertamente.
Detectar estos patrones no es una tarea más: es una oportunidad para prevenir.
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Empezar demo gratuita5. ¿Por qué las áreas de RRHH deben liderar el cambio?
Porque tienen la capacidad de transformar la cultura desde dentro.
Si hay un departamento con el poder (y la responsabilidad) de cambiar esta narrativa, es RRHH. Porque está en el centro de las decisiones que definen cómo se trabaja, cómo se reconoce el esfuerzo y cómo se cuida el talento. Organizaciones como Mind ofrecen recursos clave para RRHH que quieren implementar políticas de bienestar mental efectivas y sostenibles.
Cuando actúa, puede pasar de ser un área operativa a convertirse en un motor cultural. Un equipo que no solo gestiona personas, sino que construye contextos donde las personas puedan sostenerse a sí mismas y a la organización.
Además, RRHH tiene visibilidad sobre datos clave, en especial las que ya trabajan con plataformas como Moodest: tasas de rotación, ausentismo, engagement, feedback cualitativo. Estas métricas permiten identificar patrones de desgaste antes de que exploten.
El futuro de una organización rentable empieza por un RRHH que no solo apaga fuegos, sino que anticipa incendios. Que entiende que el bienestar no es un “plus”, sino una inversión estratégica que evita pérdidas por rotación, absentismo y bajo rendimiento.
6. De la sobreexigencia al equilibrio: cómo intervenir
Romper con la cultura del hustle no requiere una revolución inmediata. Requiere una estrategia consciente, que transforme las dinámicas del día a día. Y sí, es posible hacerlo sin comprometer la productividad. De hecho, hacerlo bien la mejora a medio y largo plazo.
El primer paso es normalizar el descanso: revisa tus políticas de desconexión digital, refuerza la importancia de las vacaciones reales y revisa qué mensajes (explícitos o implícitos) estás transmitiendo desde la dirección.
El primer paso es formar a los líderes intermedios. Muchas veces son ellos quienes sostienen o replican la cultura del hustle sin saberlo. Darles herramientas para liderar con empatía, gestionar desde el ejemplo y detectar señales de desgaste es clave para cambiar el sistema desde dentro.
Y, por último, incorpora herramientas inteligentes que permitan a RRHH actuar desde los datos. Plataformas como Moodest permiten identificar tendencias de agotamiento, personalizar intervenciones y crear una cultura basada en el cuidado estratégico.
No se trata de trabajar menos. Se trata de trabajar mejor, con personas que puedan sostener su rendimiento sin quemarse en el proceso.
7. Cómo construir una cultura de alto rendimiento sin desgaste
En muchas organizaciones, se sigue creyendo que para lograr grandes objetivos es necesario ir al límite. Pero los datos dicen lo contrario: los equipos que se sienten bien, rinden mejor. La clave no está en exigir más, sino en construir un entorno donde las personas puedan dar lo mejor sin perderse en el camino.
Una cultura de alto rendimiento sostenible se construye sobre varios pilares clave:
- Confianza organizacional: cuando las personas se sienten seguras, valoradas y escuchadas, su compromiso crece de forma natural.
- Sistemas de trabajo saludables: con horarios claros, pausas reales, expectativas realistas y procesos que promuevan la colaboración sin saturación.
- Liderazgo consciente: managers formados para detectar señales de agotamiento, liderar con empatía y poner el bienestar al centro sin dejar de lado los objetivos.
- Feedback constante y espacios psicológicamente seguros: donde el error no se penaliza, sino que se convierte en una oportunidad de aprendizaje.
- Definición clara de éxito sostenible: que combine métricas financieras con indicadores de clima, retención y salud emocional.
Construir este tipo de cultura no es solo una mejora interna: es una ventaja competitiva. Porque en un mercado donde el talento busca sentido, las empresas que cuidan de su gente son las que más crecen, retienen y transforman.
Una cultura laboral sana no es una moda. Es el camino más inteligente hacia un crecimiento sostenible.
Durante años, la cultura del hustle nos hizo creer que el éxito venía solo con sacrificio, horas extra y estar siempre “on”. Pero la realidad es otra: cada vez más empresas comprueban que el alto rendimiento sostenido solo es posible si las personas están bien.
Desde RRHH, tenemos un rol clave para impulsar esa transformación. No se trata de imponer el bienestar, sino de integrarlo de forma natural en la cultura. Hacer que no sea una iniciativa aislada, sino parte del día a día.
Porque cuando el equipo está bien, todo mejora: la energía, la creatividad, el clima laboral… y sí, también los resultados.
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